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¿Por qué utilizamos signos de apertura en castellano?
Los signos de apertura están en horas bajas. Para muchos, incluso, son desconocidos puesto que no aparecen de forma clara en el teclado de su teléfono móvil. Pero lo cierto es que, aunque en otras lenguas no sean necesarios —a continuación veremos por qué—, en castellano su omisión se considera como falta de ortografía, por lo que sería oportuno ir familiarizándonos con estos signos para no cometer sacrilegios ortográficos.
El origen
Tanto los signos de interrogación como los de exclamación parecen tener su origen en las expresiones en los apócopes de los sustantivos latinos quaestio e interiectio. En los manuscritos se marcaba que la oración era interrogativa o exclamativa mediante el uso de los apócopes qo. e io.; su evolución gráfica fue la que dio origen a los actuales signos de interrogación y exclamación.
También es preciso ahondar en una cuestión puramente gramatical; en otras lenguas, donde los signos de apertura no son necesarios, las preguntas van expresamente marcadas por determinadas estructuras sintácticas, ya sea a través de verbos auxiliares o alterando el orden SVO y colocando en primer lugar el verbo. En español no ocurre lo mismo, por lo que una oración larga tiene necesariamente que tener una marca de comienzo de la pregunta, para evitar confusiones en oraciones como esta:
No ocurre lo mismo con aquellos estudiantes que suspenden año tras año y que, sin embargo, continúan campando a sus anchas por la universidad y acuden religiosamente a las fiestas, eventos y demás elementos disuasorios, tal y como ha afirmado el rector de nuestra universidad?
Como hemos podido comprobar, hasta que no ha aparecido el signo de interrogación al final de la oración, podría tratarse de una oración afirmativa sin problema alguno. Por este motivo se antoja necesaria la colocación de un signo de interrogación —o de exclamación— al comienzo de la oración. El Diccionario Panhispánico de Dudas es tajante al respecto: «Los signos de interrogación (¿?) y de exclamación (¡!) sirven para representar en la escritura, respectivamente, la entonación interrogativa o exclamativa de un enunciado. Son signos dobles, pues existe un signo de apertura y otro de cierre, que deben colocarse de forma obligatoria al comienzo y al final del enunciado correspondiente; no obstante, existen casos en los que solo se usan los signos de cierre».
En la misma línea, la RAE recomienda el uso de los signos dobles, al igual que ocurre con otros signos ortográficos: «A diferencia de lo que ocurre en otras lenguas, los signos de interrogación y exclamación son signos dobles en español, como los paréntesis o los corchetes. Por tanto, es incorrecto prescindir del signo de apertura en los enunciados interrogativos o exclamativos».
No obstante, no todas las lenguas tienen los mismos signos de interrogación y exclamación; así pues, en griego aún se conserva el punto y coma (;) como signo de interrogación —y el punto alto (˙) hace las veces del punto y coma—. En árabe, el signo de interrogación ؟ está invertido, y en el chino, por ejemplo, se puede omitir el signo de interrogación, pues en su lugar se emplea la partícula 吗 «ma» —aunque se utilice ‘?’ para ayudar al lector a cambiar la entonación de la oración—. Como vemos, cada lengua adopta sus propios signos o partículas para expresar admiración o interrogación, aunque lo que nos atañe a nosotros, en un acto cuasi subversivo, es poner los signos de apertura cuando sea necesario.
Por Rubén Conde.