Creo que lo que señalas es correcto siempre y cuando se perciba dentro de un contexto histórico-cultural específico. Hemos de saber que tanto Nietzsche, Freud y Marx, pilares fundamentales del pensamiento moderno, fueron llamados en su momento "Los padres de la sospecha", porque ponen en cuestionamiento aquellos, justamente, saberes elementales heredados de una tradición hegemónica, monolítica, excluyente y universalizante. Marx, desde el plano económico y político, en su obra desacredita el orden social señalando el concepto de historia circular y proponiendo la lucha de clases dentro de un supra-sistema en que el proletariado es llamado a subvertir ese orden que históricamente se creyó inamovible, naturalmente inalterable. Freud, por su parte, niega una concepción predeterminada del ser identitario afirmando que las conductas responden a un carácter sociocultural generado en el área del subconsciente. Y Nietzsche, en tanto, hará lo propio pero desde el campo cultural, en el que establece que el hombre es un ser social que en el contexto de Occidente se ha construido en base a principios regidos por un orden religioso judeo-cristiano; y que ha fijado una moral en que la verdadera libertad (el libre albedrío, el aprendizaje y la búsqueda personal) ha quedado sublimada a la moralidad del cristianismo. Por eso propone volver al pasado. En la Antigüedad clásica de los sabios griegos (en la tragedia, por ejemplo), se hallarían los valores fundamentales del hombre frente a la vida y la muerte. Los griegos (Homero) supieron aproximarse a un saber absoluto que es interior y que está dado por el sentido vital, la valentía, el honor, la libertad, Todos, por cierto, negados dentro de la tradición judeo-cristiana que más bien nos enseña a ser sumisos y a depender de un dios castigador que impone el la vida como pecado. Los griegos, Nietzsche, los principales pensadores de la modernidad, ponen al hombre ante el mundo: como una lucha permanente de conquistas. Nada está dado. Es es e el sentimiento trágico de la vida: eje central de la filosofía moderna. Y es precisamente esa noción de verdad la que Nietzsche critica. No hay verdad absoluta fuera del hombre, preconcebida, impuesta. Impuesta por una ideología de clase. En Así habla Zaratustra, el pensador rescata la sabiduría de los antiguos para desacreditar la arrogancia del mundo moderno o modernizado, mejor. Estos tres ideólogos, maestros de la sospecha, se dan cuenta que entre el gran proyecto moderno y su realización concreta existe una brecha que se debe cubrir con la inclusión de la realidad social y cultural. Con el hombre y en el hombre.